Pocas veces estamos acostumbrados a tener algo bueno gratis, en este caso es así.  Me tropecé por casualidad con un librillo , que decía amistad con Jesucristo, quince minutos en compañía de Jesús sacramentado.

A mí,  me ha cautivado y a vosotros cuando lo leáis , estoy segura que también. Me he tomado el tiempo de transcribirlo en esta entrada al blog.

Es muy buen regalo para un amigo o familiar. Nunca imaginé que me gustaría tanto y me haría tanto bien. Es por es que lo comparto con el mundo para que cada uno ejerza su libertad de leerlo o no.



 El reino de Dios es muy grande, y Él quiere que todos los hombres se salven; pero tienen que tener fe, confiar en Él y acogerse a los evangelios. Escuchad este mensaje que va dirigido a todos los hombres del mundo sin distinción. Y pensad que lo más profundo de su AMOR Dios lo revela a aquellas almas que se entregan por completo a Él.

 


Quince minutos en compañía de Jesús Sacramentado

 

No es preciso, hijo mío, saber mucho para agradarme mucho; basta que me ames con fervor. Háblame, pues, aquí sencillamente, como hablarías a tu madre, o a tu hermano.

¿Necesitas hacerme en favor de alguien una súplica cualquiera?

Dime su nombre, bien sea tus padres, bien sea el de tus hermanos y amigos; dime en seguida, que quisieras qué hiciese actualmente por ellos. Pide mucho, no vaciles en pedir; me gustan los corazones generosos que llegan a olvidarse de sí mismos, para atender a las necesidades ajenas.

Háblame así, con sencillez, con llaneza, de los pobres a quienes quisieras consolar, de los enfermos a quien ves padecer, de los extraviados que anhelas volver al buen camino, de los amigos ausentes que quisieras volver a ver a tu lado. Dime por todos, una palabra de amigo, palabra entrañable y fervorosa.

 Recuérdame que he prometido escuchar toda súplica que salga del corazón y ¿no ha de salir del corazón, el ruego que me dirijas por aquellos que especialmente amas? Y para ti ¿no necesitas alguna gracia? Hazme, si quieres, una como lista, de tus necesidades, y ven léela en mi presencia.

Dime francamente que sientes soberbia, amor a la sensualidad y al regalo; que eres tal vez egoísta inconscientemente, negligente; y pídeme luego que venga en ayuda de los esfuerzos, pocos o muchos, que haces, para quitar de ti tales miserias.

No te avergüences ¡pobre alma!, ¡Hay en el cielo tantos justos, tantos Santos de primer orden, que tuvieron esos mismos defectos! Pero rogaron con humildad…; y poco a poco se vieron libres de ellos.

Ni menos vaciles en pedirme bienes espirituales y corporales; salud, memoria, éxito feliz en tus trabajos, negocios, o estudios; todo eso puedo darte, y lo doy, y deseo que me lo pidas, en cuanto no se oponga, antes favorezca y ayude a tu santificación. Hoy por hoy ¿Qué necesitas?, ¿Qué puedo hacer por tu bien?

 

¡Si supieras los deseos que tengo de favorecerte! ¿Traes ahora entre manos algún proyecto? Cuéntamelo todo minuciosamente, ¿Qué te preocupa? ¿Qué piensas? ¿Qué deseas? ¿Qué quieres que haga por tu hermano, por tu amigo, por tu superior? ¿Qué desearías hacer por ellos?

Y por Mí, ¿No sientes deseos de mi gloria? ¿No quisieras poder hacer algún bien por tus prójimos, a tus amigos y a quien amas mucho y que viven quizás olvidados de Mí?

Dime que cosa llama hoy particularmente tu atención, qué anhelas más vivamente y con qué medios cuentas para conseguirlo. Dime si te sale mal tu empresa y yo te diré las causas del mal éxito ¿No quisieras que me interesase algo en tu favor? Hijo mío, soy dueño de los corazones, y dulcemente los llevo sin perjuicio de su libertad, a donde me place.

¿Sientes acaso tristeza o mal humor?, cuéntame, cuéntame alma desconsolada tus tristezas, con todos sus pormenores ¿Quién te hirió? ¿Quién lastimó tu amor propio? ¿Quién te ha despreciado? Acércate a mi corazón, que tiene bálsamo eficaz para curar todas esas heridas del tuyo.

Dame cuenta de todo y acabaras en breve por decirme que a semejanza de Mí todo lo perdonas, todo lo olvidas y pago recibirás mi consoladora bendición.

¿Temes a algo? ¿Sientes en tu alma aquellas vagas melancolías, que no por ser infundadas, dejan de ser desgarradoras?  Échate en brazos de mi providencia. Contigo estoy, aquí, a tu lado me tienes; todo lo veo, todo lo oigo. Ni un momento te desamparo.

¿Sientes desvío de parte de personas que antes te quisieron bien, y ahora olvidadas se alejan de ti, sin que les hayas dado el menor motivo? Ruega por ellas, y yo las volveré a tu lado, si no han de ser obstáculo a tu santificación.

¿Y no tienes, tal vez, alegría alguna que compartirme? ¿Por qué no me haces participe de ella a fuer de buen amigo? Cuéntame la que, desde ayer, desde la última visita, ha consolado y hecho como sonreír tu corazón. Quizás has tenido agradables sorpresas, quizás has visto disipados negros recelos, quizás has recibido faustas noticias, alguna carta o muestra de cariño, has vencido alguna dificultad o has salido de algún lance apurado. Obra mía es todo eso, y yo te lo he proporcionado: ¿Por qué no has de manifestarme por ello tu gratitud, y de decirme sencillamente, como un hijo a su padre: ¡Gracias, Padre mío, gracias!? El agradecimiento trae consigo nuevos beneficios, porque al bienhechor le gusta verse correspondido.

¿Tampoco tienes promesa algún apara hacerme? Leo, ya lo sabes, en el fondo de tu corazón. A los hombres se le engaña fácilmente; a Dios, no. Háblame, pues, con toda sinceridad. ¿Tienes firme resolución de no exponerte ya más a aquella ocasión de pecado? ¿de privarte de aquel objeto que te daño? ¿de no leer más aquel libro que exaltó tu imaginación? ¿de no tratar más aquella persona que turbó la paz de tu alma? ¿volverás a ser amable, dulce y condescendiente con aquella, que, por haberte faltado, has mirado hasta hoy como enemiga?

 

Ahora bien, hijo mío; vuelve a tus ocupaciones habituales, al taller, a la familia, al estudio…pero no olvides los quince minutos de grata conversación que hemos tenido aquí los dos, en la soledad del santuario. Guarda, en cuanto puedas silencio, modestia, recogimiento, resignación y caridad con el prójimo. Ama a mi madre, que lo es también tuya, la Virgen Santísima, y vuelve otra vez mañana con el Corazón más amoroso, más entregado a mi servicio. En mi Corazón encontrarás cada día nuevo amor, nuevos beneficios, nuevo consuelo.

 

NOVENA DE CONFIANZA AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS

¡Oh, Jesús!

A tu corazón confío……

(tal alma, tal intención, tal pena)

Míralo, después haz

Lo que tu Corazón te diga

Deja obrar a tu corazón

¡Oh, Jesús!

yo cuento contigo

yo me fio de Ti

yo me entrego a Ti

yo estoy seguro de TI.

 

Madre mía: 

Desde que amanece el día, bendíceme; en lo rudo del trabajo, ayúdame; si vacilo en mis buenas decisiones, fortaléceme; en las tentaciones y peligros, defiéndeme; si desfallezco, sálvame; y llévame al cielo. Amen

 

 



 

 

El librillo es de Editorial Apostolado Mariano;  www.apostoladomariano.com

 

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